martes, 16 de agosto de 2011

Crónicas de Transilvania.

Capítulo VI.
Crónicas de Transilvania.
Día 24 de Abril de 1495.
Castillo Arghes, Valaquia.

Debo remarcar, para mi propia satisfacción, la caída en desgracia a ojos de Vlad de Gerome, quien ha amanecido en las pocilgas.
Apenas sabría describir cómo se han ido sucediendo las lunas y cómo parezco haber cambiado desde entonces. Se nos han ofrecido múltiples placeres que me había estado negando durante tantos años... Es como si por primera vez en mucho tiempo estuviéramos en paz en mi interior, como un enorme instinto que nos ha empujado y unido de nuevo.
Tras varios días en los que había aprovechado para mostrar mi desnudez y así incomodar más si cabe al padre Gerome fuimos de pronto regalados con una orgía organizada por nuestro anfitrión. Quizá me uní por instinto, quizá por costumbre y aunque había muchos cuerpos entre los que elegir una inevitable fuerza me empujó a los brazos de Vlad. Hubo sangre y sexo, estaban mis compañeros, pero en ese momento todo quedó reducido a la violenta pasión que descargué contra el voivoda.
No pude ni quise evitarlo. Víspera tras víspera regresé a sus brazos. ¿Era acaso la profecía del libro de Nod con el que fuimos recibidos? Compartimos nuestra sangre y esencia y aunque le ofrecí nacer en la oscuridad bajo mi beso, pareció reacio a compartir el don. No lo culpé ni le traté con el desdén relacionado a mi sexo.
Durante las horas que pasamos abrazados en el lecho pudimos encontrarnos mutuamente en las vidas del otro. Desahogó su pena por la pérdida de la mujer amada y yo lloré en su regazo al confesar la mía. 
Durante las noches Gerome estuvo paseando por los pasadizos, ocultado tras su máscara de la sangre y encontró el lugar donde debemos grabar los símbolos, mas no pudo acceder, pues una puerta de metal guardada por dos soldados se lo impidió. Alexandru y yo examinamos el lugar con nuestros dones y tras la cámara secreta encontramos un mecanismo en el que alguien estaba empalado.
Hoy, Vlad nos ha reunido a todos y ha accedido a escuchar nuestra petición. Sinceramente esperé que montara en cólera. Ha prometido reflexionar nuestra propuesta y se ha encerrado en su estudio en busca de descifrar los símbolos que contendrán a Kupala.
Ha ordenado poner en el patio central una vieja catapulta cargada de vasijas inflamables. Hemos empezado a temer por nuestra propia seguridad, empujados por la paranoia. Shul ha optado por dormir en la tierra del patio, aunque temerosa, me he recostado en mi aposento.

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