domingo, 19 de junio de 2011

Crónicas de Transilvania.

Capítulo IV.
Diario de Alexandru.


Día III, Mes Juniúm, Año MCDLXXII
(03/06/1.472)
Qué locura de fiesta la de hace cuatro noches. Según llegamos nos metieron por una red de túneles para llegar a una sala con el suelo embaldosado de blanco y negro. Una sala llena de confabuladores Cainitas y enemigos de la propia sangre. Si no fuera suficiente con el hospedaje Ventrue, también había invitados Tremere. ¿¡Cómo se atreven siquiera a asomarse a una fiesta con estas características?!
La sala está abarrotada, hermanos de sangre pero enemigos políticos. Pasados y futuros aliados. La flor y nata de nuestra sociedad. Incluso Dominus, ¿acaso es Drakulea tan importante  para los inútiles Ventrue que tienen que despertar a un Matusalén? Nosferatus y una Toreador (Arianne, casi un alivio verla en tan tensa circunstancia). Y por encima de todos ellos, resplandeciente, el temido Vlad Drakulea. Pese a la desagradable presencia de Mircea, nada puede eclipsar el aura de este hombre. Ente condenado pero completamente vivo, aquí tentado por las voces de débiles y pusilánimes, queda claro para mí. Única fuerza real en este verdadero baile de máscaras, única pieza importante en este crudo juego del ajedrez. ¿Quién es? el rey, la reina ¿o quizá el tiempo que pasa inexorable para los jugadores? Esta claro que el invitado de honor debe sufrir una jaqueca por tanto canto de sirena. 
Vlad Tepes.
Leda nos advierte, acaba de recordar una visión. Una visión borrosa sobre un juego de ajedrez. Un juego peligroso que aquí se juega gustoso. Piezas que se mueven, un ángel negro y un caballero gris con un enemigo empalado en su lanza. Ya sabemos que pieza es Drakulea. Estúpida visión sin sentido, alguien tiene las de ganar y Kupala observa agazapado. Qué gran relevación. ¿Por qué son siempre tan inútiles las visiones? Nos avisan de peligros que ya conocemos pero que hacemos bien en recordar. Quizá las profecías no sirvan para nada más que mantenernos alerta sin dar una solución.
La profecía de Leda.
Damos vueltas sin sentido. Saludamos a amigos y enemigos. Mantenemos las apariencias. Y justo, un rostro del pasado nos visita. Quién iba a decir que Roland, el comprador de esclavos que tan alegremente desafió Shul (tirándole las monedas) para liberar a Sherazhina Basarab, iba a estar aquí. Es un insulto por quién se hace acompañar. Markus debe estar revolviéndose en su sepulcro. Por fin hemos descubierto qué hicieron nuestros queridos anfitriones con la esposa de Markus. La redujeron a un ser vacío de toda mente y la vendieron (o regalaron) como mascota a este fantoche. Bien Roland, no sé de manos de quien habrás conseguido tal trofeo, pero dame la oportunidad y tus cenizas se esparcirán por toda Transilvania. 
Roland.

 Sea como sea la puja ha comenzado. ¿Quién se llevará el premio? Tenemos que atraer a Vlad, convencerle de que nos acompañe. Pero no nos dejan acercarnos a él. Ya llegará nuestro turno, dicen… Estoy harto de esperar, estoy harto de charlar con gente que no deseo, de mantener la sonrisa tirante en un ambiente tan cargado que se puede cortar. Quizá lo podamos aprovechar. Los nervios están a flor de piel, la tensión es tan palpable que hasta un ciego topo la podría notar. Quizá algún comentario adecuado pueda hacer saltar el horno. Si conseguimos que las bestias estallen y que la sangre sea derramada quizá podamos aprovechar el caos para tratar con Drakulea (incluso raptarlo si fuera necesario). La puerta se abre, y ante nosotros entran Lucita y Anatole. Je, nunca me había alegrado tanto de veros, ahora seguro que esto estalla. Breves comentarios nada interesantes y algún susurro más a los oídos adecuados. Los últimos dos invitados se marchan pero un sabor amargo dejan atrás. Ya nada puede detener la avalancha, nada salvo la inadecuada aparición de cinco anarquistas. ¿Por qué venís a morir hermanos? No necesito ni disimular, antes de poder reaccionar ya no son más que polvo en el aire. En mala hora llegasteis amigos, vuestra muerte ha calmado a los perros de presa y el aire vuelve a ser respirable. Una oportunidad perdida pero otra aparecida. Es nuestro turno.
El asalto de los Anarquistas.
Un ser fascinante sin duda alguna. Drakulae ya ha decidido ser Abrazado y ni un ápice de duda asoma ante los constantes e inapropiados comentarios de Gerome. ¿Por qué intentas faltar a nuestra palabra, acaso vale más para ti unos ingenuos principios morales que tu propio juramento? Menos mal que Tepes sabe lo que quiere, solo una duda queda por resolver, ¿por quién decidirse? ¿Poder para controlar la mente de los mortales? Para qué si ya posee tal habilidad ¿Extraña magia conseguida por la usurpación? Yo te ofrezco el mismísimo poder de la tierra ¿Capacidad de pasar desapercibido? Un gran líder no debe pasar desapercibido. ¿Poder sobre la carne, capacidad para crear ejércitos temidos y monstruos terribles? Sí, gracias. Vlad ya ha decidido, ahora solo queda sacarle de aquí.
Un incendio se ha originado. Humo y calor nos rodea y oprime. Las mentes débiles sucumben y huyen sin orden ni concierto. Qué suerte la nuestra, al parecer nuestros hermanos anarquistas nos ayudan sin siquiera saberlo. Huimos por túneles complicados. Rodeamos a Vlad, nuestros cuerpos le protegen de todo mal, encontramos un alma descarriada que nos indica la salida. El calor es agobiante, mis compañeros empiezan a temblar, yo me incomodo. Hace mucho que aprendí a controlar las llamas, su miedo no debería perturbarme, pero la bestia sigue gritando. No sé cuanto tiempo andamos, rasgamos tierra y atravesamos fuego y por fin salimos al exterior. ¡Está a punto de amanecer! Drakulea se queda fascinado mirando las llamas que se alcen en la noche, se ríe a pleno pulmón y le miro sorprendido.
- ¿Has sido tú? – pregunto
- ¿Qué? No, simplemente he recordado aquella vez que quemé una ciudad para tener luz en un banquete nocturno – responde tranquilizándose por fin.
Qué magnifico ejemplar. Me alegra saber que alguien como él compartirá nuestra sangre. El amanecer es inminente. Contemplo lo que nos rodea a través de los espíritus. Busco un lugar donde resguardarnos. Mal territorio para ello. Shul y yo podremos dormir en la tierra pero el resto… ¡Ah! Perfecto, llega Tiberiu con el carro. Nos refugiamos en él, Vlad sonríe.
Yo conduzco.
Confiamos nuestra vida a un simple humano. Solo espero que su deseo de ser Abrazado sea suficiente como para mantenernos con vida. Nos sumimos en la muerte diurna.
Vlad es un gran anfitrión. Cada anochecer nos levantamos y nos tiene preparado una familia, colgada y lista para comer. Al parecer no le reconocen por quien realmente es y éste es su castigo. Mientras viajamos él suele dormir, pero la hora del desayuno es sagrada. Intercambiamos historias, le hablamos sobre la vida que le espera. Es una lástima que el resto del grupo no pueda apreciar el viaje.

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