jueves, 14 de abril de 2011

Crónicas de Transilvania.

Capítulo III.
Diario de Alexandru.

Día XVII, Mes Mártium, Año MCDXIII
(17/03/1.413)
 La verdad es que los sucesos de hoy han ocurrido excepcionalmente rápidos. Primero hemos llegado a la ciudad de Markus, ciudad que ya estaba siendo asediada por la caravana gitana.
Mientras que yo me he quedado fuera del campamento gitano para explorarlo por mis propios medios, los otros cuatro se han intentado infiltrar como si de comerciantes se tratasen. Una infiltración bastante poco exitosa, ya que Delizbieta (adivina Ravnos y “jefa” de la caravana) les ha reconocido casi al instante. Y no solo como miembros de la Estirpe, sino como las importantes cabezas que somos en los sucesos acaecidos (aunque esto último solo tras echarles las cartas).
Delizbieta echando las cartas.
Parece ser que el tarot solo ha confirmado lo que ya íbamos creyendo (sobretodo el padre Gerome). El mundo está cambiando, lo que considerábamos seguro ya no lo es, los apoyos que antes teníamos se debilitan y ganan en desconfianza. La rueda está apunto de girar y nosotros tenemos el poder de dirigirla por el camino deseado.
Lo único que sacamos en claro de esta experiencia es que la gitana tiene el pectoral (vi como lo ocultaba entre sus ropas), supongo que el resto también lo vería, pero por alguna razón decidieron retrasar su recuperación. De no ser porque esa dilación resultó beneficiosa ya me hubieran oído mis compañeros.
Caballos, de repente percibí caballos. Un grupo de unos 20 hombres con sendas monturas. Caballeros liderados por un sacerdote. Un sacerdote llamado Giacomo, un sacerdote que acusa a los gitanos de paganos. Está dispuesto a acabar con todos, es hora de intervenir. Parto inmediatamente, nos disponemos a luchar.
Qué lucha más decepcionante, solo humanos sin más arma que sus espadas. Cada tajo que dábamos Markus o yo acababa con dos de ellos. Y encima, en vez de aguantar hasta el final, se retiran al caer la mitad. Bueno, realmente no ha estado tan mal, ya necesitaba desentumecerme. Y la recompensa recibida a cambio ha sido útil.
Tras el combate Delizbieta nos lo ha agradecido encarecidamente. Ha dicho que haría cualquier cosa por nosotros y así lo hemos tomado. Le hemos exigido que nos devuelva el pectoral de la señorita Arpad y que nos cuente como lo ha conseguido. Parece ser que un tal Anasztasz Torenu (primo de ella) se lo ha regalado. Delizbieta asegura que le pareció un tanto sospechosos, pero que no le dio mayor importancia. De nos ser porque la segunda visión de Leda confirmó la historia, no le hubiera dejado marcharse tan fácil.
Del resto de alhajas dice no saber nada, y nos pide disculpas en nombre de su “familia” por los problemas que Torenu haya podido causar. Y nos ha prometido que si el ladrón vuelve nos informara lo más rápido posible. Pese a que su palabra parece tener peso (a fin de cuentas le hemos salvado a ella y a todos sus cercanos) Shul y yo la mantendremos vigilada.
Tras esto nos hemos dirigido al castillo de Markus. Él ha dado órdenes a todos sus guardas de que registren la ciudad, encuentren a Torenu y que miren en todos los puestos relativamente cercanos a ver si encuentran las alhajas de Arpad. Mientras, yo me dedicare a buscar a Torenu como solo unos pocos pueden hacer. No creo que el ladrón se libre por mucho tiempo.
Respecto al pectoral… tiene los mismos símbolos de las tablillas. Me pregunto si también están escritos por la misma mano. 
Inscripciones en el pectoral.

No hay comentarios:

Publicar un comentario